Tomar un baño de sol se ha considerado un hábito saludable, pero un exceso
de sol y sin protección puede provocar ciertos problemas, como quemaduras
solares, arrugas, pigmentaciones, cambios de la textura de la piel, y, lo que
es más importante cáncer de piel.
El sol es una central termonuclear
que produce una gran radiación electromagnética, aunque sólo llegan a la
superficie de la tierra longitudes de onda comprendidas entre los 290
nanometros (nm) y los 5000 nm, gracias a que la capa de ozono estratosférica
detiene las radiaciones más peligrosas. La energía radiante está constituida
por un 56% de rayos infrarrojos (800 nm - 5000 nm), 39% de luz visible (400 nm
- 800 nm) y 5% de radiación ultravioleta o UV (290 nm - 400 nm).
El sol emite una banda continua de energía con un espectro amplio de
longitudes de onda, pero sólo la radiación UV (250-400 nm) tiene importancia en
lo referente a la piel. Se reconocen tres segmentos en la radiación UV: 1. UVA
(320-400 nm) o radiación UV de onda larga, que constituyen el 98% de los RUV
atraviesan el vidrio y pueden penetran hasta la epidermis, pero su energía
decrece en función de la longitud de onda. Existe una UVA larga o UVA I
(340-400 nm) y una corta o UVA II (320-340 nm). 2. RUVB (280-320 nm) o radiación UV de onda
mediana, que representan el 2% de los RUV tienen una energía altísima y son
detenidos por el vidrio y la epidermis. 3. RUVC (100-280 nm) o radiación UV de onda
corta, que es absorbida por la capa de ozono y no alcanza a la tierra. La
mayoría de los rayos UVC sólo tendrían
importancia biológica si ésta sufriera una merma grave, tiene gran energía y
capacidad destructiva. Se emplea artificialmente para esterilización.
La radiación UVB (sobre todo alrededor de los 290 nm) es la principal
causante de las quemaduras solares, bronceado solar y cáncer de piel, aunque
otras longitudes de onda contribuyen a la patogenia de estos trastornos. La
radiación UVB sólo penetra hasta la capa basal de la epidermis, pero produce la
muerte de los queratinocitos dispersos (células quemadas por el sol) y daña a
otros, lo que ocasiona que se liberen citocinas y mediadores. Éstos producen
edema, vasodilatación e infiltrado celular inflamatorio subepidérmico.
Aproximadamente dos días después de la lesión por rayos UV, se incrementa la
velocidad de síntesis de melanina. Es probable que no sea posible estimular el
bronceado sin cierto daño epidérmico inducido por la radiación UV. La quemadura
solar es fácil de reconocer por el enrojecimiento, y, cuando es grave, por la
inflamación y formación de ampollas. Está bien delimitada a la zona de piel
expuesta. Hay dolor en el área afectada, y si existen ampollas y es extensa, causa
malestar general, e incluso podría ameritar tratamiento intrahospitalario como
si se tratara de una quemadura térmica.
La sensibilidad individual a la radiación UV depende sobre todo del grado
de pigmentación cutánea, y también en cierta medida de factores metabólicos
inherentes.
Por convención, la sensibilidad se gradúa de la siguiente manera en
respuesta a la pregunta “¿Se quema o se broncea usted cuando se expone al sol?”
·
Tipo I: siempre se quema, nunca se broncea.
·
Tipo II: siempre se quema, a veces se broncea.
·
Tipo III: a veces se quema, siempre se broncea.
·
Tipo IV: nunca se quema, siempre se broncea.
·
Tipo V: personas de piel color café de ascendencia
asiática.
·
Tipo VI: personas de piel negra de ascendencia
africana.
El espectro y la intensidad de los RUV naturales varían en función de: Hora
del día: 50% de la dosis RUV está entre 2 horas antes y 2 después del zenit. La
máxima radiación es en el solsticio de verano. La UVB se quintuplica en los
trópicos y aumenta en 20% cada 1000 metros de altitud. Las nubes y la
contaminación atmosférica bloquean los rayos UV. Un cielo con nubes poco densas
deja pasar 2/3 de la radiación. Un día nublado en la nieve disminuye en un 50%
la radiación UVB. El riesgo de irradiación aumenta con las superficies
reflectantes: Nieve 50-80%, arena y láminas de aluminio 15-25%, agua de mar en
movimiento 20%, agua estancada 10%.
La piel y los ojos son los órganos que están expuestos en forma natural a
las radiaciones. Existen diversos factores que participan en la captación de
dichas radiaciones.
La radiación al llegar a la piel puede sufrir 4 procesos ópticos: Reflexión
directa y epidérmica, dispersión en los diferentes tejidos y células de la piel,
transmisión directa y la absorción, donde sólo la radiación absorbida es capaz
de iniciar cambios fotoquímicos que culminen en respuestas fotobiológicas.
La fotodermatología estudia los efectos que se producen por la interacción
entre la radiación solar no ionizante y la piel, que pueden ser fisiológicos,
patológicos o con importancia terapéutica. Las diversas radiaciones penetran la
piel llegando a zonas anatómicas distintas. Existen regiones que son más
expuestas dado a que habitualmente no están cubiertas por el vestuario. Cuando
una persona se expone directamente a la radiación solar la cantidad de
radiación recibida es distinta según sea la forma de exposición. En general las
zonas prominentes son las que reciben mayor radiación.
Aunque la radiación UVA es 1 000 veces menos efectiva para causar eritema,
gran parte de la que forma parte de la luz solar penetra la dermis. Se cree que
participa en el origen de la degeneración dérmica conocida como elastosis
solar, que es la principal razón del envejecimiento, además de contribuir al
cáncer de piel. La UVA también es parte del espectro causante de las reacciones
de fotosensibilidad.
Más información: www.doctorcampuzano.com
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